martes, 3 de marzo de 2009

Hablando de Led Zeppellin

Dice el Carlitos Campbell que los argentinos nos saltamos la época de Led Zeppellin como nos saltamos el biper. Pasamos de la telefonía fija de los Rolling Stones al celular de Scorpions sin escalas.

lunes, 2 de marzo de 2009

Hoy toca Led Zeppellin. Telonero Ricky, el tigre cordobés.

Como siempre, los posteos de los otros so los que me hacen click para redactar los míos. Esta vez fue el de Natalia Alabel, pero no para ninguno de sus blogs, sino para Los Noventa.

Lo que pensé, sobre todo, es que al ser de una ciudad del interior del interior uno creció mucho más protegido de algunas cosas. La cosa era como más democrática en lo que a tribus urbanas se refiere.
Me explico, porque acabo de releer el párrafo anterior y veo que es más críptico que la tumba de Munra el inmortal.
Las tribus urbanas se crean espontáneamente para darles un sentido de pertenencia a sus miembros y darles una sensación de protección frente a ataques externos (cuando sos adolescente, porque las tribus son adolescentes, sentís que todo te ataca: el colegio, los padres, los hermanos, etc.). Mientras más cerrada es la tribu, más sensación de protección brinda. Por eso es que son elitistas: yo soy metalero, si veo un emo lo mato. Yo soy rollinga, no me junto con cumbieros.

Río Cuarto es una ciudad jodida por ser muy estratificada, hay un grupito de gente que nunca sale del country, y cuando sale es para ir a jugar al rugby o a tomar el té con las amigas.
Hay otro grupito de gente que no se junta con la gente del Golf ni va a tomar café a La Barraca (ni sé si sigue existiendo) porque son todos "unos conchetos que no tienen idea de la vida, agarraría una ametralladora y los mataría a todos" (sic, de un allegado muuuuy allegado mío, pero no doy el nombre porque capaz lo agarren los rugbiers de Urú Curé)... Claro, después de Norita Dalmasso no se puede decir más eso en Río Cuarto, so pena de ser encarcelado para averiguación de antecedentes.
Pero en definitiva es una ciudad chica, así que no hay mucho espacio para tribus muy cerradas. Los metaleros tienen hermanos cumbieros, los emos van al cole con los punks y la gran mayoría, la gran gran mayoría, no es de un palo ni del otro. Casi todos se mantienen en un happy medium, tibiecitos, sin llamar demasiado la atención, sin tampoco ser discriminados por nada.

Es así que un viernes cualquiera yo escuchaba en el trabajo a Led Zeppelin, a Doors y a los Rolling Stones. Salía. Pasaba por lo de mi amigo Marcos a comer algo mientras veíamos series de Sony grabadas, clásicos como Seinfield y Third Rock From The Sun.
Después nos íbamos a chupar al bar del laucha, a La Morena o al Castor (zoología de pueblo chico, quéselevahacer), cualquiera de esos bares era birrero, rolinga, piojoso y ricotero; el del Castor era además karaoke, o casi, porque siempre había alguien tocando "una que nos sepamos todos" con una guitarra y, depende el nivel de sangre en el alcohol, uno se subía y cantaba algo con los muchachos.

De ahí, en ese rato muerto entre las 12 y las 2 de la mañana, cuando empieza el boliche, nos íbamos al Bar Cero, que era la parte de adelante del boliche donde íbamos. Acá sí se nos veía el perfil ecléctico, porque en el Bar Cero (que vendían el fernet por jarra de litro, pa que te des una idea) cantaba Ricky, el Tigre Cordobés. Ricky cantaba los grandes éxitos del cuarteto a voz en cuello y durante 3 ó 4 horas todos los viernes, para aclararse la garganta tomaba porrón de litro, así que siempre lo tenían que terminar bajando del escenario los amigos. Empezaba el show subiéndose al escenario (una tarima, en realidad) y gritando el el micrófono:
Ricky_ ¿tienen gana e hinchar lo huevooooo?
Público _ síiiiii
Ricky _ no ecucho!!!
Público _ Síiiiii!!!!!
Ricky _ má juerteeee!!!!
Público _ Síiiiiiiiiiii!!!!!!!

De ahí y hasta las 6 de la mañana era mover la cinturita, primero en el Bar Cero, después atrás, en Estación Cero, donde el DJ se lucía con un cóctel de: rock nacional para largar, abría pista con la Mona Jiménez, pasaba por los éxitos pop del momento, metía más cuarteto, Tru la lá, Chévere, Banda XXI (Rodrigo no, Rodrigo era cuarteto para porteños, aunque afuera de Argentina es el único cuarteto que se conoce), terminaba el menú con unos lentos; ¡PORQUE HABÍA LENTOS! y después todos pa la casa.

Y ahí estábamos todos, moviendo la colita con los mismos temas. Yo,vestido íntegramente de negro aunque sin llegar al trash; mi amigo Marcos, estudiante de economía neoliberal de chombita; el Tebi, estudiante de comunicaciones un poco zurdito de jeans y mocasines. En el boliche te encontrabas con metaleros que usaban alfileres de gancho en la oreja, chicas de lo más pop, que estudiaban educación física y nos alegraban la noche con los topcitos y las minis.
Obvio que a algunos enfermitos se les ocurría irle a pegar a otro porque curtía una onda distinta, pero eran aplacados rápidamente por la multitud y nunca pasaba a mayores.

Eso sí, a nadie se le pasaba por la cabeza que el cuarteto era música grasa, que no era de mi estátus, que cómo iba a bailar esa mersada, que a "eso" lo bailen los negros o los cabezas con olor a pata. Si alguien te decía algo así vos le contestabas con un rotundo "naaaah, si la Mona vive en el Cerro".


PD: Mensaje para los que nunca bailaron cuarteto porque es grasún y se perdieron de hacer el paso del poio con la más linda del boliche: na, na, na, na, na, naaaaaa.